Tirante el Blanco, afamado caballero, recibe el encargo del Emperador de Bizancio para que le libere del asedio que los turcos están infligiendo a la ciudad de Constantinopla. Tirante no defrauda las esperanzas que sobre él ha depositado el Imperio en cuanto a lo militar. Sus hombres son un trasunto de los feroces almogávares y él un astuto estratega que no teme la superioridad numérica de los turcos. Sabe vencer y vence, y a continuación ha de utilizar su victoria para vencer asimismo la natural oposición de Carmesina a entregar aquello que considera más íntimo: su virginidad. La relación de esta pretensión íntima, orgánica e instintiva con los mecanismos del poder en el Imperio es evidente. El Emperador es viejo. Los turcos son una amenaza perenne. Carmesina – una niña casi – es la presumible y única heredera del Imperio. Tirante es joven, atractivo y, hasta donde se sabe, invencible. Una sola objeción: Tirante no es de origen noble.
Escribe un comentario largo o tu crítica sobre la película