Una vida feliz, puede que no lo sea. Sobre todo cuando se construye sobre la falta de confianza, cuando no se conoce al otro. Es lo que ocurre en los años 50 en el hogar de los Whitaker. El matrimonio, con dos hijos, vive en una hermosa casa en una zona residencial. Todo es pulcro y aseado, sonrisas y pasteles de manzana. Pero lo cierto es que el padre no se ocupa de sus hijos, y mantiene una aventura homosexual, que le tiene acogotado. Mientras que ella va a descubrir que su cultura es bien escasa, y que no ha sabido ver a su alrededor problemas como el del racismo.
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