Al profesor Bacterio le han robado el más peligroso de sus inventos, un artefacto que termina en manos de un dictador bajito, chalado y dispuesto a usarlo de forma criminal. El Súper lo tiene claro: si quiere recuperarlo, no debe contar con sus agentes Mortadelo y Filemón. Cuando éstos se enteran de que la TIA ha contratado a un detective chulesco y fantasmón para resolver el caso, deciden actuar por su cuenta y riesgo, aunque las cuentas las pague el Súper y el riesgo lo corra la humanidad.
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