1960. Los servicios secretos israelíes secuestran en Argentina al criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, oculto bajo falsa identidad, y lo conducen a Israel para juzgarlo allí. Tras el célebre proceso de Nuremberg, es fácil imaginar las implicaciones emocionales para tantos judíos, que han perdido a sus seres queridos, seis millones de muertos en el holocausto claman justicia. Una de las afectadas es la filósofa alemana de origen judío Hannah Arendt, profesora en la Universidad de Princeton, que se ofrece a The New Yorker para escribir una serie de artículos sobre el juicio a Eichmann. La mediocridad del “monstruo” sorprenderá a Arendt, y al plasmar sus impresiones por escrito herirá muchas susceptibilidades.
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