Se trata de un error gravemente extendido: La gente cree que la imaginación de un escritor siempre hierve, que no deja en ningún momento de inventar un incesante repertorio de incidentes y episodios y que sin más extrae sus historia de la nada absoluta. Para ser exactos lo cierto es lo contrario. Cuando el público se entera de que escribes te brinda los personajes y los acontecimientos. Y si uno conserva su capacidad de observar y de escuchar con atención, esas historias continuarán buscándole durante toda su vida. A aquel que a menudo cuenta los relatos de los demás, van a contarle muchos relatos.