Me acuerdo cuando estaba en la fuerza especial... parece que han pasado mil siglos... fuimos a un campamento a vacunar a unos niños. Dejamos el campamento después de vacunarlos a todos contra la polio. Un viejo vino corriendo tras nosotros llorando, sin decir nada. Volvimos atrás. Ellos habían vuelto y cortado los brazos vacunados. Allí había una enorme pila de pequeños brazos. Y recuerdo también que, que yo... yo lloré como... como un niño, si, como un niño. Quería arrancarme los dientes, no sé lo que quería hacer. Y me esfuerzo por recordarlo, no quiero olvidarlo nunca, no quiero olvidarlo. Entonces vi claro, como si me hubieran disparado con un diamante, con una bala de diamante en la frente, y pensé: Dios mío, que genialidad, ¡el genio! ¡La voluntad para hacer eso! Perfecto, genuino, completo, cristalino... ¡puro! Y entonces me di cuenta de que ellos eran más fuertes porque lo soportaban, no eran monstruos, eran hombres, cuadros entrenados. Estos hombres que luchan con corazón, que tienen familia, hijos, que estan llenos de amor, han tenido la fuerza, la fuerza, de hacer eso. Si contara con diez divisiones de esos hombres, nuestros problemas quedarían resueltos en el acto. Se precisan hombres con moral, y que al mismo tiempo sepan utilizar sus instintos primordiales para matar. Sin sentimientos, sin pasión, sin juicio, sin ningún juicio, porque es el juicio lo que nos derrota.