–Le he estado buscando, quiero hablar con usted.
–¿Quién es usted?
–¿Ha coji… ha cojido un tablero de ajedrez lleno de fichas y se lo ha tirado a mi hijo en la clase de hoy?
–¿Ese idiota era su hijo? Hágame un favor, no vuelva a mandarme a ese cretino. No puedo enseñar ajedrez a un zombie inútil.
–Pues debe usted saber que se trata de un niño muy brillante.
–En su opinión.
–¿Qué?
–En su opinión, que no es imparcial porque es su desgraciado retoño.
–¿Y le ha tirado el tablero de ajedrez?
–No se lo he tirado a él. He cogido el tablero y le he volcado las fichas en su cabeza, a modo de lección, para sacudir su torpeza vegetal.
–Espere que mi marido vuelva de Florida.
–¿Y que hace en Florida sin usted?
–Le dará un puñetazo en la nariz.
–Su marido está en Ford Loderley, seguro que con alumnas en pelotas en unas vacaciones de pascua. Y dice que está en viaje de negocios… Su hijo es imbécil, que dé clase de canicas no de ajedrez.