—Esta noche han estado aquí dos chicas. Una la más guapa del mundo. Y la otra como una especie de elegante prostituta. ¿Tiene sus nombres?
—Eh, sí. Se fueron hace un rato. No, me temo que no tenían reserva y parece que han pagado en metálico. Lo siento, señor.
—No importa. Da igual. Perfecto. Es solo el fin de mi vida.