–Lo siento señorito, pero yo soy testiga de Jehová y mi religión me prohíbe mentir. Yo sólo puedo decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
–Bueno, si no le pregunta no diga nada.
–Pero si me pregunta le tengo que contar todo con pelos y señales.
–Adios
– ¡Ya me gustaría a mi mentir, pero eso es lo malo de las testigas que no podemos! Si no, aquí iba a estar yo… ¡Bah!