Un tipo solitario camina por una carretera. A ambos lados se divisa un interminable paisaje, desolado, polvoriento. El mundo, tal y como lo conocemos, ha desaparecido. No hay nada, ni siquiera lo más necesario, y el agua y el alimento escasean. Todo desprende una luz cegadora, blanquecina, y el mundo parece no tener más color que el de la caliza. Pero la carretera es peligrosa y el viajero pronto se ve asaltado por unos bandidos. Mala suerte... para los bandidos. El misterioso caminante se muestra como un luchador implacable, mortífero con su enorme y afilado machete en la mano. El hombre sigue su camino hacia el oeste, impertérrito; por las noches se detiene, lee un rato de un libro que lleva consigo, un libro antiguo de pastas de piel, y luego duerme. Al despertar reemprende la marcha, siempre hacia el oeste. Un día entra en un pueblo de paso y se dirige al bar para beber agua. El lugar es regentado por un tal Carnegie, cacique insensible que domina el pueblo y lleva años buscando un libro muy especial. Carnegie sabe que con las palabras de la Biblia tendrá poder para someter a las personas. Muy pronto se dará cuenta de que el libro que busca está en poder del forastero...
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