Esteban vive en un estado de parálisis emocional, que poco debe envidiar al de los animales que diseca por su profesión de taxidermista. Como ellos aparenta vida, aunque en realidad es un cadáver ambulante. Una ocupación rutinaria, un matrimonio roto, algunos apuros económicos y mucha inacción, ofrecen un pobre balance existencial. A Esteban le gusta fantasear con robos perfectos, que de ejecutarlos podrían marcarle un nuevo rumbo. Pero nunca actúa. Hasta que se va de cacería un fin de semana. Un cúmulo de circunstancias le sirve en bandeja la oportunidad de apoderarse de la recaudación de un casino. Para ello deberá simular ser quien no es y pensar deprisa.
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